lunes, 5 de noviembre de 2012

My Best Friend




CAP. O8 

- Por que no tiene mucha pinta de serlo. Digo, es como un cafiche, mas que un fotógrafo de alta categoría considerado para un comercial de agua embasada.
- No lo juzgues. Es cierto que nunca había escuchado de él. Pero eso no significa que no sea un profesional.
- No se, me trae mala espina.
- Tom, a ti todo el mundo te trae mala espina – le reproche.
Nos quedamos en silencio, hasta que Tom hablo de nuevo.
- ¿Y sabes como será la sesión?
- Algunas cosas.
- ¿Como cuales?
- Será en la playa, creo que a la orilla o metida dentro del agua. Eso aun no lo tengo claro, puede que sea ambas.
- Llevaras poca ropa entonces – dijo muy serio.
- Para ser honesta – lo mire un segundo – No llevare ropa – le confesé. 
- ¿Desnuda? – pregunto anonadado. 
- ¡Noo!
- ¿Entonces? – fruncio el ceño.
- Es una sesión de cuerpos pintados.
- ¿Te van a pintar el cuerpo?
- Si – le dije contenta, ya que me incentivaba demasiado esa nueva experiencia.
- ¿Quien es el artista? – frunció el ceño.
- No lo se.
Sinceramente no tengo idea de quien es el o la artista responsable de pintar mi cuerpo. 
- Voy al baño.
Tom no me dijo nada y se concentro en escuchar su música. Yo me levante para ir al baño. Al momento de pasar por al lado de Alexander, su mirada me encanto. Le sonreí coquetamente.
Cuando salí, le pedí a la azafata que me llevara al asiento un agua con gas.
Camine por el pasillo y llegue a mi asiento. Me acomode y volví a ponerme la manta encima. 
- Su agua – me dijo la azafata. Acomode la mesita de mi asiento y la mujer dejo la botella con un vaso.
- Gracias – le dije y ella enseguida se retiro.  
Me serví un poco de agua en el vaso y me lo tome al seco. Tenía un poco de hambre, pero prefería pasarlo por alto. 
En un momento le tome la muñeca a Tom y vi la hora en su reloj. Quedaba poco para aterrizar en el aeropuerto. Y así lo hicieron saber, cuando informaron que el capitán se estaba preparando para aterrizar. Tom dejo de escuchar música y ambos pusimos nuestros asientos derechos. Lo único que no me gustaba de viajar en avión, eran los aterrizajes. Tom lo sabia muy bien y por lo mismo me tomo la mano fuertemente. Yo lo mire. Al momento del aterrizaje, cerré los ojos y apreté la mano de Tom. 
- Ya paso – me dijo cuando ya el avión había aterrizado. Yo abrí los ojos y lo mire completamente agradecida. 
- Gracias – le dije, mientras le soltaba la mano.
Tom siempre era un apoyo para mi. Coincidía que casi siempre que viajaba en avión, Tom andaba conmigo. Si no era así la situación, la mano que estrangulaba era la de Bob. Pero no era lo mismo. A veces evitaba hacerlo, por que a Bob parecía molestarle el echo de que le apretara tan fuerte la mano. 
Ya habíamos bajado del avión y en estos momentos nos encontrábamos esperando nuestras maletas.
Bob nos informo que había una avioneta en la loza de al lado esperando por nosotros para llevarnos directamente a las Maldivas. Era eso o irse en lancha. Menos mal que Bob pensó lógicamente y tomo esa excelente decisión. 
La avioneta era como adecuada para la cantidad de personas y de cosas que llevábamos. En el traslado desde el aeropuerto hasta las Maldivas Tom iba hablando con Clarissa muy animadamente. A ella se le notaba su interés hacia Tom. Y le llegaban a brillar los ojitos cuando Tom le hablaba. Pero Tom no era para ella. No lo digo por celos ni en mala onda. Pero conociendo a Tom, la haría sufrir demasiado. Y Clarissa es una gran mujer como para sufrir por las tonteras de mi amigo. 
- ¿Y el hermano de tu amigo como esta? – me pregunto Samuel mirando hacia la misma dirección hacia donde estaba yo mirando.
No les he contado, pero Samuel, mi peluquero es realmente un personaje. Le encantan los hombres y al parecer el que mas le gusta es Bill, el hermano de mi mejor amigo. Desde la primera vez que lo vio personalmente, casi se desmaya. 
Samuel siempre me pregunta por Bill. Una vez le conté a Bill sobre la obsesión de mi peluquero por él y Bill se rió a carcajadas. Le parecía bastante gracioso que Samuel, mi loco peluquero fuera uno de sus mas obsesionados admiradores. 
- Creo que ha tenido problemas con su ultima novia – le conté. Cosa que hizo que Samuel le brillaran los ojitos frente a la noticia.
- Eso es estupendo – aplaudio emocionado.
- ¡¡Samy!! – le rete – No es estupendo que el sufra por amor. Además créeme – le mire directamente a los ojos – Tienes cero posibilidad, Bill no es gay.
Samuel me miro frunciendo el ceño, como sintiéndose ofendido y desvió la mirada dejándome sola. Yo sonreí como para mi misma. Samuel se había enojado por mi comentario. Pero que mas daba si ya se le pasaría. 
La avioneta llego a la pista de aterrizaje de las Maldivas. 
Todos los integrantes de la avioneta nos bajamos y los empleados del resort se encargaron de nuestros equipaje y también de conducirnos a nuestros bungalow.
Ni siquiera me di cuenta como se iban a distribuir los demás. En lo único que me fije fue en el camino que conducía a mi bungalow, que compartiría con Tom. Los empleados con nuestras maletas, venían caminado de tras de nosotros. Yo llevaba la llave en mi mano. Bob me la había entregado hace poco. Al llegar a la puerta del bungalow, mire a Tom y luego me dispuse abrirla. 
- Déjenlas ahí no mas – le dije a los empleados que habían entrado con nuestras maletas.
Tom se paro a mi lado y aprecio el lugar.
- Es precioso – le comente, al momento en que los empleados ya habían desaparecido de nuestras vistas y dentro del bungalow. 
- Si que lo es. Y es todo de nosotros – me dijo emocionado, mientras me abrazaba. 
De repente mi Iphone comenzó a vibrar. Era un mensaje de Bob que decía “En una hora mas cenaremos en el restaurant del resort”
- ¿Quien era?
- Bob. En una hora mas cenamos en el restaurant del resort – Tom miro su reloj.
- Habrá que empezar a arreglarse – me motivo – Pero antes podríamos tirarnos a la cama un rato a descansar. 
- Oye espera un momento – comencé a caminar hacia la habitación. El lugar era amplio, pero tenia el detalle de que había una sola cama. Tom llego tras de mi, parándose a observar la habitación también. 
- Una sola cama – me dijo pensando lo mismo que yo.
- Es un detalle que no lo tenía contemplado.
- Da lo mismo – me miro – Dormiré en el sillón – sonrió de medio lado.
- No, olvídalo. Eres mi invitado, te quedas en la cama.
- Pero tu estas de trabajo, tienes que dormir bien.
- Puedo arreglármelas. Clarissa tiene un don con el maquillaje.
- No Ash, no dejare que duermas en el sillón.
En un momento se formo un silencio algo pensativo. 
- Hagamos un trato – dije de repente.
- ¿Un trato?
- Si, un trato de convivencia en la cama – eso había sonado muy raro, pero aun así continúe. 
- Un trato de convivencia en la cama – frunció los labios – Me parece interesante, continua – hizo un gesto con la mano.
- Jajaja, idiota – le pegue con la mano en el brazo – Pero para tu mala fortuna, no se trata de lo que estas mal interpretando. 
- ¿Entonces? – levanto las cejas.
- Dormiremos en la misma cama. Obviamente cada uno respetando el lado del otro. Pero – puse énfasis en aquella palabra – Si tus deseos sexuales se apoderan de ti y encuentras a alguien a quien llevar a la cama, recuerda que estoy yo en ella y que debes conseguirte otro sitio – sonreí malévolamente. 
- Es justo – me dijo sonriendo de la misma manera – ¿Pero tu si tienes derecho a traer a alguien a nuestra cama? – pregunto de repente como si esa fuera su máxima duda. Yo no supe que responderle, así que me quede callada. 
- Ok, me lo temía. Pero tengo la solución – me miro orgulloso de lo que iba a decir – Ninguno de los dos podremos traer a nadie a nuestra cama. 
- Trato echo – le di mi mano y él la tomo en el acto.
- Muy bien. Trato echo.  
Después de realizar aquel trato de convivencia. Me dedique a arreglarme para la cena y Tom por su parte también hizo lo mismo. Cuando llego la hora de la cena, con Tom salimos apurados del bungalow, para ir al restaurant.
Ya allí, nos encontramos con Bob, Clarissa, Samuel y Alexander, sentados en una mesa enorme. 
- Pensé que tardarían mas – se levanto de la silla y me miro con cara de reproche. Sus palabras sonaron en doble sentido y eso lo percibí yo, tanto como Tom y los demás en la mesa. 
- No digas tonterías – le dije seriamente. 


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